viernes, 22 de agosto de 2008

Paréntesis

Te marchaste y mis respuestas viajaron contigo. Al principio te admiraba y deseaba ser como tú. Al final sencillamente te amaba.

No soy como las demás, es cierto. Quizás no te abrazara después de hacer el amor o no te dijese lo que sentía por miedo a que huyeses despavorido. Quizás guardaba las palabras sinceras para después o quizás ni siquiera fuese capaz de pensar con sinceridad.

Puede que desde hace unos días sólo viva de recuerdos, que desde que te fuiste tu mirada me persiga. Puede que no haya pegado ojo pensando en ti o que haya dormido soñando contigo, ya nunca lo sabré. Sólo sé que no puedo dejar de leerte, que quererte es tan necesario como respirar y que mi vida se quedó vacía el día que dijiste adiós. Pero te marchaste, me dejaste, y ahora yo abandono mis palabras a un duro destino. Condenadas a no ser leídas como yo a no ser amada.

Sé que volverás y quizás entonces comprendamos los planes de la providencia. Puede que no me conozca a mí misma, pero si algo tengo claro es que vivir sin ti sería un ejercicio difícil, un problema con respuesta trampa, por eso sé que te necesito aunque sólo sea para ayudarme a calcular el resultado.

Te esperaré siempre. Tú en algún lugar, también me estás esperando.

Siempre tuya.

Sofía

lunes, 4 de agosto de 2008

Una noche más

Sentado en la mesa de enfrente, con la pose majestuosa que acostumbraba. No podía parar de observarle. Le seducía su tierna mirada. Parecía un niño si te fijabas en sus ojos, o eso veía ella. Contra su ensoñadora mueca encontraba la fuerte personalidad de escritor dañado por la literatura. Su vida era eso: amor, misterio, aventuras,... todo lo que tuviera que ver con las emociones contrapuestas de escritor castigado.

Los dos solos, olvidados y traicionados. La noche perfecta para que la melancolía y la nostalgia poseyera a ambos.

- Wiskhy con hielo.
- Yo también.

Su ingenio y su dulzura se iban apoderando de cada centímetro de su piel y de su alma. Imagen de galán poco cuidado, pensaría que lo hacía más interesante.

Tras esa noche de alcohol e interminables conversaciones que no llevaban a otro sitio que la felicidad compartida, pasearon bajo la luz de la luna y de las pocas estrellas que dejaban ver los edificios de la capital. Llegaron a su ático, tan desordenado como él. Se besaron hasta que se gastó la saliva. Descubrieron todos los secretos de la carne deleitándose en cada caricia. Compartieron amanecer y poco más. Ella escapó y aunque nunca se olvidaron, jamás se volvieron a ver.