lunes, 16 de noviembre de 2009

Dando más vueltas de la cuenta

Andaba por el supermercado, sumergida en mi atormentada mente y buscando alguna excusa barata para poder comprar. Pero no. Ni excusas ni nada. Todo se sale de mi presupuesto. Yo no soy quien tiene conversaciones con Cupido, ni quien a las 3 de la mañana se acuerda de ti. Nunca he sido muy buena persona, aunque a día de hoy, creo que se me ha pegado algo de mucha gente y considero que he mejorado en muchos aspectos. Pero sigo sin tener dinero para comprar excusas.

Estoy más cansada que de costumbre, y dudo si es por mi exterior o por mi interior. Son luchas constantes y sin quererlo pierdo las fuerzas. No entiendo los sentimientos, y muchas veces soy algo psicópata. Me acuerdo cuando mirábamos las estrellas con unos quince años encima. Creyéndonos el primer amor. Tal para cual.

Ahora todo es diferente. En Madrid no hay estrellas que mirar, aunque hay lunas muy luminosas. Hay veces que quiero que respires mi aire y me dejes sin aliento. Otras, necesito mi espacio vital para sobrellevar el peso de la maldita vida. Sola puedo con todo.

Es curioso, pero una frase escrita en la puerta de un baño sucio de un bar en pleno centro se ha convertido en un resumen de mis días. Sustituiré esta semana mi filosofía de vida por la siguiente: El que quiere busca medios. El que no, busca excusas.

jueves, 5 de noviembre de 2009

He de decir que nunca he sido fan de las sorpresas. Se escapaban de mi estricto y controlador esquema mental. Pero me he dado cuenta a lo largo de estos intensos años de madurez, que en la vida todo cambia, nada se mantiene, y yo soy el ejemplo de ello.

Encontrar a todos mis amigos reunidos, cantando el cumpleaños feliz delante de una terraza llena de gente, me pareció increíble. Pasé la vergüenza de mi vida, eso sí, pero fue increíble. Lo mejor de todo es que me creo espabilada y no me di cuenta de nada. Iba con mi depresión por la vida sin darme cuenta que es lo que crecía a mi alrededor.

Las 16 personas con más calidad que podría conocer me hicieron el mejor regalo, su presencia. Sólo puedo estar agradecida, por aguantarme y celebrarme. Por ser como son, tan diferentes y tan iguales a mí. Por hacerme ver la luna en una racha donde estaba tapada por las nubes. Os quiero y me voy a dedicar enormemente a haceros felices. Porque vosotros me hacéis a mí.

Ana.

domingo, 1 de noviembre de 2009

Injustificado

Miré para atrás y te vi con la mirada más eterna que jamás había observado. Llena de tristeza, eso sí. Me dolía seguir andando sin poder abrazarte y consolarte. Pero es irónico que evapore el malestar el causante de él. Por lo tanto continué caminando por aquel paseo lleno de árboles. En otro momento, me hubiese parecido la postal más hermosa, pero entonces sangraba la vida.

Intenté no volver a pensarlo. Intenté no imaginarte tan sola y tan herida. Me daba miedo. Pero siempre he sido así, demasiado libertino. Me lo solía decir mi madre cada vez que largaba a alguna: "Cada uno recibe lo que da". Y razón no le faltaba. Porque ahí estaba yo, recuperando una libertad que ya no quería. Porque esta vez eras tú. Diferente como ninguna. La más mágica de todas. Y pesaba cada paso. Me alejaba cada segundo.

Fue el minuto más largo. Supe que necesitaba enjaularme de nuevo, porque ya no sabía volar. Me faltaban las alas, y esta vez las tenías tú. Me di la vuelta de nuevo y mientras observaba como te alejabas eché a correr hacia ti. Porque mañana era hoy.