martes, 22 de diciembre de 2009

Viaje astral

No sé muy bien si es un sueño o se trata de la realidad.

Estaba sentada, a las 12:37 en el suelo de una ciudad con poco de universitaria y mucho de navideña. Llevaba sin dormir 48 horas y me intentaba comer un sandwich mixto que a lo que menos sabía era a sandwich. Estaba frío y le faltaba sustancia. Meditaba callada sobre la noche anterior. Estaba acompañada de dos de mis compañeros favoritos de fatigas (del querer y no querer), de fantasmas del pasado y alguna que otra musa inspiradora.

Mirábamos en silencio como las pocas hojas que les quedaba a los árboles bailaban al compás de un vals marcado por el viento. Observábamos los restos de una sorprendente nevada y el cielo nuboso y lluvioso.

Nuestra mente trabajaba frenéticamente intentando recordar qué había pasado aquella noche. Las neuronas sólo recibían imágenes sueltas de una velada un tanto catastrófica. Bailábamos entre guitarras, rubias y más rubias, algún que otro chupito y rock de fondo. "Ha sido estupendo", pensamos.

Nos levantamos y miramos al infinito. El horizonte quebrado por un campo de rugby con algún que otro valiente pateando un balón.

Nos miramos extrañados: "Todo había sido real".