martes, 7 de febrero de 2012

Crónica de una vida ¿chafada?

El 1 de Julio de 1997 comenzó mi romance con la profesión de periodista. Quizás empezara antes, pero hasta esa fecha no hay ningún tipo de prueba. Tengo que poner en situación: un día cualquiera de las vacaciones de verano, en La Mancha profunda, con un calor que no dejaba ni respirar, a una niña de 7 años, desbordada de imaginación se le ocurre una idea que ella cree fantástica.

Para llevar a cabo su plan, necesitaba a sus compañeros de fatigas (vecinos del pueblo y grandes amigos hoy en día). El equipo técnico era sencillo: un radio casete para dos cintas, una cinta de casete de música cualquiera y uno virgen. Y ya estaba todo preparado para comenzar la andadura en el mundo de las ondas.

Radio Radical se llamaba nuestra emisora. Y nosotros improvisábamos los anuncios, las noticias, las entrevistas y los protagonistas de la jornada. Es gracioso volver a escuchar las cintas y mirar a los políticos a través de los ojos de niños de 7 y 8 años. Nosotros creíamos que Felipe González y Jose María Aznar, estaban en un ring de boxeo, y así lo proyectábamos en “nuestro programa”.

El escuchar cada mañana mientras me bebía la leche a Luís del Olmo, me llevó a inventar que yo también podía hacerlo. A mis padres no les gustaba que viéramos la tele, y tanto mi hermano como yo crecimos con el sonido de la radio. Esto hizo que me enamorara poco a poco y sin saberlo de un medio que hoy en día me da la vida.

Pero eso es otro cantar, ya que mi aventura con el periodismo pasó por diferentes etapas: Desde el “quiero ser reportera de guerra” hasta la pasividad más absoluta hacia la profesión, tirándome de cabeza a un Bachillerato de Ciencias de la Salud y engañando al periodismo con la medicina. Pero mi escarceo con esta duró poco, y al final la conservo como una buena amiga y como un hobby que me ayuda a ser realista y mirar más allá de mi propio ombligo.

Cuando me desengañé y tiré mi sueño de ser doctora por la ventana de un quinto, llegó la etapa más pasional. Leía a García Márquez y quería dedicarme a contar lo que pasaba, quería ser la voz de la noticia. Por eso acabé entrando por la puerta de la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense de Madrid, matrícula en mano y con todos mis sueños renovados.

Pero la que pensaba que sería la mejor de las vivencias se convirtió en el pozo sin fondo en el que llevo cayendo hasta ahora. Mis ilusiones eran como el Quijote en el lecho de muerte, chocando al fin con la realidad. Me costó horrores no tirar la toalla el primer año. Lo único que me mantenía con fuerzas era acudir cada viernes al estudio de radio en la Universidad. Por aquel entonces existía Radio Complutense y desde el primer momento supe que donde quería estar era allí.

Radio Complutense cerró y me quedé compuesta y sin novio. Con una práctica al año de radio en alguna asignatura como Comunicación Audiovisual, pero poco más que me acercara al periodismo, un amante que cada vez estaba más lejos.

Lo bueno que tiene nuestra facultad es que ayuda poco o nada a sus alumnos. No esperes que sea ella quien te busque un lugar para hacer prácticas en verano, ni que te presente a profesores que te motiven. Si esperas que en secretaría te solucionen cualquier cosa, estás en el sitio equivocado. Pero quizás tendríamos que dar las gracias por no hacer nada por los alumnos, así aprendemos. Aprendemos a salir adelante sin la ayuda de nadie y nos tatuamos el refrán: “Quien quiera peces, que se moje el culo”.

Supe que tenía que buscarme la vida y trabajé dos veranos como becaria en Cadena Cope y en Onda Cero Radio respectivamente (¿dónde quedaba aquella radio que fundé con mis amigos allá por el 97…?). Y por fin, se cumplió uno de los sueños de los alumnos más motivados de la facultad: Inforadio. Donde cualquiera de nosotros podía entrar y participar en un programa de lo más profesional, gracias también al trabajo de muchos.

Si hablo del programa de asignaturas de la carrera, me desespero. Mucha historia, poco periodismo. Mucho profesor desmotivado que pretende (y a veces consigue) desmotivar a los demás. Muchas “Teorías de…” que no nos han servido para nada. Y llegamos a quinto sabiendo más o menos lo mismo que sabíamos en primero.

Y a unos meses de obtener la licenciatura en periodismo, sigo en la cuerda floja. Intentando equilibrarme porque, si no, caigo de bruces contra la realidad. Y ya no hay red de ilusiones que me salve de estrellarme. Por eso de vez en cuando vuelvo a leer a García Márquez. Su discurso ante la 52ª Asamblea de la Sociedad Interamericana de Prensa titulado “La profesión más bonita del mundo” reaviva las ascuas.

Porque como él mismo dice: “Nadie que no lo haya vivido puede concebir siquiera lo que es el pálpito sobrenatural de la noticia”. Y eso, quizás, me mantiene engañada.

1 comentario:

Julián Castillo Cañizares dijo...

Tan brillante como siempre. Un buen lujo, de esos que ahora no tenemos, leerte de vez en cuando. Extrapolo tu vivencia a la mi ciudad ahora y me vale, sin la misma talla pero con la misma penosa experiencia. A mi también me encanta la radio y sé que debería escucharla más y en otros ámbitos, pero es lo que hay. Uno no puede ponerse ya tantas cosas en la mente. Me alegro de verdad, que a distancia y con unas ganas parecidas hagamos lo mismo. Estoy seguro de que me he perdido mucho de ti, y peor aun que lo sigo haciendo, pero creo que de algun modo el destino, ese que conspira de vez en cuando, bien o mal que más da, nos lo recompensará. Y no, no te hablo de carreras o trabajos, sino de amistad. ¿Y por qué mezclo? Porque me ha venido así y a esta hora... horas de esas que nunca son buenas si el pensar te lleva a amistad. Buenas noches y buenas noticias.