jueves, 26 de junio de 2008

Fugitiva imaginación...

Fugitiva imaginación al caso. Mente encharcada de vozka y otras sustancias no tangibles, como puede ser el conocimiento o desconocimiento excesivo. Y una vez más, encharcada, olvidada y hundida pienso en tí. Miro a través de los cristales rotos de mi cúpula fluorescente y pienso en el quizás. Y humillantemente me veo en la línea de salida. De nuevo a una milésima de coger carrerilla y salir a por tí. De nuevo a una milésima de pensar que nada merece la pena.



Una sonrisa ilumina mi tez blanquecina y me recuerda que en nada estaré de nuevo triste y descontenta, ya que mi seguridad e invulnerabilidad no duran demasiado. Pero de repente miro al frente y repito una y otra vez que salir adelante no es tan duro. Que reir no es tan humillante y que la felicidad en un suspiro es tan sencilla como comprar un Sandy en la puerta de un burger grasiento y sin vitaminas.



A través de los cristales rotos proclamo la libertad de expresión, la triste rutina veraniega y los bikinis que hacen notar los mínimos defectos.



De nuevo sola, olvidada y traicionada. Así estaré por los restos si no te dignas a saber de mí. Así estaré cuando te dignes y cuando te dignarás. Así estaré cuando sepa escribir conjetura

lunes, 16 de junio de 2008

Hoy llueve...hoy duele.

Y ella se aleja, avanza sin saber muy bien donde acudir. Él también. Ambos huyen y escapan bajo un cielo de cenizas que predice tormenta. Porque al fin y al cabo... Parece que va a llover.

Y se dicen adiós sin mencionarlo. Se miran sin llegar a verse. Se tocan, se huelen. Pero sólo ellos saben la verdad. Una verdad oculta por el polvo que conlleva el paso de los años. Porque al fin y al cabo, si hay algo claro en el interior de ambos es que a por los sueños hay que acudir Sin Miedo.

miércoles, 4 de junio de 2008

Traficantes de sueños

Miércoles día 4 de junio de 2008.

Querido diario:

Hoy por motivos de trabajo tuve que viajar. Viajar hacia un lugar fantástico del cual hablaré más adelante.
Empecemos por el principio. Mi mañana fue catastrófica. La culpable de esto, tal vez también es la culpable de mis otros problemas: la cama. Me tenía pegada a ella y no pude levantarme hasta bien entradas las 10. Una vez despierta tuve que correr y arreglarme tan rápido como pude para llegar a tiempo a mi cita: 11 en punto en el metro de Sol con dirección Retiro. Antes de todo caí en la cuenta que no llevaba pilas para mi cámara (tan poco profesional como yo). Una vez equipada me encaminé al metro.
Tras dos minutos de retraso y un resbalón por las escaleras llego al punto exacto. Ya no estoy sóla. Viajamos hacia "La Feria del Libro".
Cuando llegamos quedamos francamente impresionadas por la cantidad de puestos abarrotados de libros que hay. Miramos al horizonte y vemos entre la multitud cientos de casetas enseñando sus más preciados tesoros.
Nos ponemos a trabajar. Una da una idea, la otra graba y mientras otra se queda embobada con los curiosos ejemplares de sexo tántrico.
Al final caí y lo compré de nuevo. Tan mágico como la primera vez. La verdad que este libro me tiene enamorada, tan enamorada como tú.
Después de entrevistar a un escritor novato y a un librero y grabar algunas imágenes para lo que más tarde será nuestro reportaje, nos dirigimos sin prisa pero sin pausa a tomar una suculenta caña al sol.
Lo mejor del día, sin duda, la compañía. La vuestra y la de esos tesoros de incalculable valor que venden por algo más de 8 euros.
Una vez terminado el "duro" trabajo, vuelta al metro y a casa. Pero ensimismada iba yo, en mi mundo como de costumbre, cuando se me ocurre abrir el libro y leer por cualquier página.
No podía haber elegido mejor mi subconsciente cuando sorprendida leo:

Mil veces he querido recuperar aquella primera tarde en el caserón de la avenida del Tibidabo con Bea en que el rumor de la lluvia se llevó el mundo. Mil veces he querido regresar y perderme en un recuerdo del que apenas puedo rescatar una imagen robada al calor de las llamas.

Mi parte favorita de aquella preciosa novela que me robó el corazón.
Es una casualidad, pensé mientras se me dibujaba una sonrisa en los labios. Pero como dice el genio que escribió esas líneas: No hay casualidades, somos títeres de nuestra inconsciencia.

domingo, 1 de junio de 2008

Hogar, dulce hogar...

Pensaba que nunca volvería a pedir cobijo a mi escondite. Y aquí estoy, echando de menos como acostumbro a hacer últimamente.

Llegué el viernes. Cansada y con una jaqueca incurable y ella me recibió con los brazos abiertos para que me acomodara en la suavidad de su lecho. Creo que siempre tiene los brazos abiertos para mí, aunque no siempre sé verlo.

Hice lo que me apetecía: pasear al sol, ver la lluvia desde la ventana, oler las rosas sin percatarme de las espinas, correr, saltar, besar, abrazar... Necesitaba la libertad que siempre sabe darme.

Pero lo bueno se acaba pronto, y una vez más vuelvo al lúgubre Madrid que me recibe con un tono tan tenebroso que no sé para donde mirar. Cae agua a cántaros y tanto abrigo como paraguas se hacen indispensables de nuevo.

Con lo bien que estaba yo respirando aire puro bajo el sol de La Mancha... y es que como en casa en ningún sitio.