domingo, 25 de mayo de 2008

Felicidades

No voy a engañar a nadie. Estoy completamente cabreada con el actual mundo de las nuevas tecnologías. Todo fachada. Nos hacen creer que nos llevarán muy lejos... y ¡una mierda!

¿Para qué se me ocurre hacer un ciber-regalo si no entiendo prácticamente nada de informática?
¿Para qué se me ocurre dedicar un fotolog, si se carga cuando le da la gana?

Pues eso. Muy cabreada. Ahora llega la parte bonita en que le digo a mi Lady lo que se merece...

No tengo demasiada inspiración en un día como hoy. La palabrería barata de escritora principiante se ha esfumado y ha dejado un ligero humillo en el interior de mi cráneo. No sé muy bien cual será la causa de este humillo... últimamente he estudiado mucho...

Déjenme empezar por un día especial de hace 19 años. 25 de mayo de 1989. Unas contracciones hacian partícipe a una ya estrenada mamá de la condición de segundona. Estaba a punto de asomar la cabeza a un mundo lleno de injusticia y crueldad una pequeña niña de pelo rubio. El nombre que eligieron fue Leticia, que viene a significar ALEGRÍA.

Y no pudieron elegir mejor nombre para esa niña que 19 años después podríamos considerar una pequeña-gran persona. Porque ella, es la que llora conmigo cuando los problemas me pueden. La que ríe conmigo cuando no tenemos nada que hacer. La que siempre está dispuesta a comerse un bocadillo grasiento de calamares. La que me acompaña a ver esas comedias romanticonas de las que siempre salimos soñando. La que me levanta cuando me caigo. La que me regaña cuando me equivoco. La que me dice que camino escoger. La que pasea conmigo por la Gran Vía los días de resaca. La que sueña conmigo con príncipes azules y castillos encantados. La que siempre tiene una sonrisa para quien la necesite. La que aparece cuando el resto del mundo parece haberse hundido.

Y sí, también llora, se lamenta, pero cuando alguien la necesita, está ahí alegrándo el día que se ha ennegrecido a causa de la lluvia o de los laberintos de la vida.

Y como nos quedan muchos laberintos que descifrar, muchos muros que saltar y muchos baches que esquivar, le deseo que cumpla muchos más.

Para lo bueno y para lo malo. Siempre YGP

(Se me pasó el cabreo...)

viernes, 23 de mayo de 2008

Encuentros efímeros

Su mirada andaba perdida entre aquel tumulto de gente. No veía nada, aunque lo miraba todo. Se dirigía a esa aburrida facultad que no aportaba nada productivo a su vida. Durante el trayecto, buscaba esa lejana compañía que la hiciera reír en aquel triste vagón en el que cada uno iba a lo suyo. Gente con frenéticas vidas que no reparaban en aquella melancólica joven y mucho menos a las 8 de la mañana, donde la gente sólo se preocupa de entrar al metro sin perder la vida en el intento.

Buscando unos metros delante, lo encontró. Estaba contemplando su turbio reflejo en el cristal, oscurecido por la penumbra del túnel. Era perfecto, por lo menos en su imaginación, algo apagada por las horas. Aquellos dos intrépidos jóvenes, se regalaron unas pocas miradas de ojos tímidos. Sonrisas cortadas por la intensidad del encuentro. La pasión viajaba de un lugar a otro chocándose con las barras y los estresados viajantes. Sus gestos hablaban... más bien gritaban pidiendo auxilio. Vociferaban exigiendo un encuentro algo más íntimo entre esas dos almas.

Tres paradas después él bajó, llevándose tras de sí la pasión, los gritos y las pocas esperanzas. Le dedicó una subida de ceja propia de un actor de los años 50, a modo de hasta luego. Después se perdió entre miles de espíritus atrapados por sus responsabilidades matinales.

Ella sabía que era un adiós, pero se permitió soñar, en los minutos que le quedaban de viaje, con el reencuentro con aquel joven de ojos azules, verdes o quizás grises. Con aquel chico que en apenas unos minutos se había hecho su dueño, para irse sin dejar rastro.

- Uno más de tantos príncipes de metro - pensó.

- Aunque quizás - reflexionó después - sea mejor así: Una sonrisa, una señal y un hasta siempre.

miércoles, 21 de mayo de 2008

Ser humano

No sé muy bien por qué he vencido a la vagancia y me he puesto a escribir algo en esta dichosa paginita sin pies ni cabeza.
Tampoco sé muy bien por qué soy tan incorformista y tan perra.

Bien, dicho esto se me han acabado todas las ideas que salían de mi humeante cabeza a punto de explotar, después de un examen de lengua que prefiero guardarme la opinión para un día que esté dispuesta a poner insultos y palabras malsonantes sin más.

¿Estaré puntuando bien? No sé... que me lo diga Wittgesntein o el Señor Dueñas mismamente.

He llegado a una etapa donde no puedo seguir pidiendo. El trabajo lo tengo que hacer yo. La vida me la tengo que buscar yo, y no esperar que un día venga a mi puerta con una sonrisa de oreja a oreja.

Y, ¿qué más? Tengo todo lo que un día anhelé. Soy como los hombres, que cuando les das todo te dejarán por no tener nada que echar de menos. Siempre evitando el momento, y esperando de brazos cruzados una tortura menos dura. Y no, no llegará.

Respecto a tí. No puedo hablar. Prefiero callar mis temores por no parecer más vulnerable de lo que ya he parecido a lo largo de este testimonio pedante.

Evitaré seguir mintiéndome. Por lo menos, creo que subiré un escalón más en mi frenética escapatoria...

lunes, 12 de mayo de 2008

Diosa del infierno

Ella era especial. Las demás la envidiarían si la conocieran. Muy típico. Hombre enamorado que cree que "su chica" es increíble. Pero nunca he estado más seguro en toda mi vida.

La elegante silueta que la caracterizaba, para empezar. Y la magia que poseía cuando me hablaba de mundos fantásticos, que no por acabar porque era infinita.
Se metió muy dentro de mí a través de esa mirada felina, que ni era felina, ni era mirada. Era, más bien, un brillo cegador a punto de hacerse con el control del tiempo.
Me encantó la forma que tenía de demostrar su nerviosismo cada vez que estaba a mi lado. Movía las manos como una espiral eterna, que me hacía soñar con un lugar mejor.
Su sonrisa, dulce y carismática, me llevaba al fin del mundo con una simple mueca.
La facilidad que tenía de hacerme feliz con nada, y sus cosquillas.
La forma que tenía de coger la taza al tomar café, en un desayuno de ojos somnolientos y pestañas pegadas.
Su risa, su andar, su vitalidad, su ombligo.
Su recuerdo, su perfume, sus sinsabores.
Sus gestos, su boca, su simpatía.
Sus gritos, su dulzura...
Sus besos, su belleza, su locura.

Era mágica.

Pero a pesar de las inumerables frases encantadoras que pudiese decir refiriéndome a esa diosa del infierno tenía un fallo, el más grande, que quizás la privaba de la perfección absoluta:
No era mía, aunque pretendiese hacérmelo creer.

domingo, 11 de mayo de 2008

Escepticismo

De repente un silencio oscuro traza una linea divisoria entre mis dos mitades. ¿Qué más se puede pedir? Por fin mi doble personalidad salta a la vista. Como se vuelva a repetir una sola vez más tiro el puto vaso al suelo por no saber comprender si está medio lleno o medio vacío. La gota lo colmó. Si fue para bien o para mal me da absolutamente igual. Simplemente quiero una ciudad para mí donde el amor se llame con todos los nombres de todas las calles, de todos los pisos, de todas las habitaciones, de todas las camas, de todos los sueños, de todos los olvidos o los recuerdos. Pero el amor, esa palabra...

jueves, 8 de mayo de 2008

Lloviendo se ve borroso

Hoy ha llovido. Bueno, realmente ha diluviado, y después de unos días de sol y buen tiempo, no es lo que más apetece. De hecho, no sé muy bien si será casualidad, pero las miles de cosas que me suelen rondar por mi cabeza, se desvanecen para dar paso a esa ligera tempestad primaveral. ¿Cómo consigue tal efecto en mi cabeza?

Francamente me decanto porque los días de lluvia son mucho más sensibles. Para salir a la puerta de la calle hay que coger los imprescindibles: paraguas, botas, chaqueta... Vuelta a la rutina invernal que tanto jode.

Las nubes llorosas vierten sobre unos humanos imperceptibles todo su dolor. Dejan caer la suciedad de sus almas y nos empapan con sus ácidas lágrimas.

Me hace gracia que una ligera metáfora explique mi sensación de continuo fracaso. Necesito que la gente me vea tal y como soy. Sin máscaras ni prejuicios. Sin intenciones amargas por parte del receptor.

Pero pido lo imposible... Como casi siempre.

martes, 6 de mayo de 2008

Zapatos perdidos

Después de una buena dosis de inocencia perdida y sentido común, deparé en algo antes invisible.
Unos tacones de 10 centímetros no sostienen por demasiado tiempo un ego más alto de lo normal, y mucho menos acompañados de unos cuantos chupitos de nombres sugerentes.

Al final la cenicienta pierde el zapato y el lameculos de su príncipe acude a su encuentro con la pareja que falta para completar el par de Manolos que perdió.

Será golfa e irresponsable la hijastra... Encima que encuentra estilista (hada madrina, creo recordar) para que la aconsejara en la próxima fiesta privada de su majestad, se deja el calzado... por si surge...

Al fin y al cabo la realidad y la ficción se dan la mano, porque: ¿Quién no trama hoy en día maquiavélicas locuras para quedarse con el príncipe? Quien esté libre de pecado que tire la primera piedra... o eso dicen.





¿Lo ven? Cenicientas somos todas...