lunes, 27 de abril de 2009

Reflexiones infrahumanas

Hoy es un día de esos, en los que me pregunto dónde estarán los besos que no me diste y los abrazos que se quedaron en el olvido. Y me respondo, que estoy necesitada. Necesitada de tu necesidad de tenerme cerca, al fin y al cabo, era lo que daba sentido a mi vida.

No puedo no verte. Te olvido y te recuerdo. Te dejo y me atrapas. ¿Porqué no te ahogas en mis lágrimas y te fumas la sangre de mis venas? Sé que no te dije te quiero, ni tan siquiera me acordé de quererte. ¿Es tarde? Vuelvo, de repente, a navegar en un universo de sueños rotos e ilusiones machacadas por la falta de voluntad. La tuya y la mía. La tuya por quedarte, la mía por huír.

Despierto y me hundo porque no descansas en mi almohada. Tus pensamientos escapan de mis reflexiones. Contribuyen a quitarme libertad. La libertad de no andar atada a ti, ni ser un conjunto de células de tu cuerpo.

Pasa el tiempo, despacio, frustrante. Y aún así, las comisuras de mis labios siguen caídas y mis ojos no ven más que el instante infinito de tu presencia.

martes, 14 de abril de 2009

Disfrutar


Mañana frenética. Gimnasio, sí. Step. Cinta. Elíptica. Ducha fresca. Mercadona. ¿Galletas? Galletas. Frutos secos (como mi cráneo). Últimos detalles. Metro y trasbordos. Aeropuerto. Despegar. Nervios constantes. Buen viaje. Aterrizar. Frío. ¿Dónde estará el autobús? ¡Es ese!. ¡Se va!. ¡Espera!. Viajar. Dormir mientras suena Sabina. Sobresalto. Atardecer. Estamos llegando. Increíble. A lo lejos la Torre Eiffel iluminada.
¿París? París.

lunes, 6 de abril de 2009

Atravesando el aire

Saqué ese último cigarro de la pitillera, y me dediqué a encenderlo con calma. Mientras absorbía esa mezcla de nicotina, alquitrán, monóxido de carbono y otras sustancias, miré hacia atrás en el camino trazado por el destino o cualquier extraña fuerza, y pensé si no habría sido mejor si hubiese actuado de otra forma.

Ya era tarde, y por supuesto que no iba a dedicarme a cambiar ni una letra en el transcurso de mi ajetreada vida, porque aunque mal y tarde, estaba orgullosa de ser quien era.

No podía quejarme, estaban ellos, dispuestos a levantarme en cada caída (que eran muchas, debido a mi personalidad bipolar), y sin duda, por primera vez, me tenía a mí. Tantas veces me había fallado y ahora, sin más, había vuelto para contrarrestar el vespertino malestar que me producía la noche.

Definitivamente no podía quejarme. Hacía tanto tiempo que esperaba ese momento, que aún pensé en hacerlo eterno. Patochadas.

Pensé en volar en globo, nunca lo había hecho. Al igual que probaría la tarta de manzana y haría un descanso en mi frenético ir y venir. Hablaría contigo y me reiría de nuevo hasta el amanecer.

Sí, buena idea.

Pero el cigarro estaba en las últimas. Absorbí esa última calada como si se tratara de mi último aliento. Después de expirar, pensé que la agonía había acabado y decidí no hacer nada más al respecto. Dejé la mente en blanco y me dejé sucumbir por el placer del descanso eterno.