lunes, 6 de abril de 2009

Atravesando el aire

Saqué ese último cigarro de la pitillera, y me dediqué a encenderlo con calma. Mientras absorbía esa mezcla de nicotina, alquitrán, monóxido de carbono y otras sustancias, miré hacia atrás en el camino trazado por el destino o cualquier extraña fuerza, y pensé si no habría sido mejor si hubiese actuado de otra forma.

Ya era tarde, y por supuesto que no iba a dedicarme a cambiar ni una letra en el transcurso de mi ajetreada vida, porque aunque mal y tarde, estaba orgullosa de ser quien era.

No podía quejarme, estaban ellos, dispuestos a levantarme en cada caída (que eran muchas, debido a mi personalidad bipolar), y sin duda, por primera vez, me tenía a mí. Tantas veces me había fallado y ahora, sin más, había vuelto para contrarrestar el vespertino malestar que me producía la noche.

Definitivamente no podía quejarme. Hacía tanto tiempo que esperaba ese momento, que aún pensé en hacerlo eterno. Patochadas.

Pensé en volar en globo, nunca lo había hecho. Al igual que probaría la tarta de manzana y haría un descanso en mi frenético ir y venir. Hablaría contigo y me reiría de nuevo hasta el amanecer.

Sí, buena idea.

Pero el cigarro estaba en las últimas. Absorbí esa última calada como si se tratara de mi último aliento. Después de expirar, pensé que la agonía había acabado y decidí no hacer nada más al respecto. Dejé la mente en blanco y me dejé sucumbir por el placer del descanso eterno.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Y observar como el humo corta el aire, no hay nada mas vago para poner la mente en blanco, y que se te llene de palabras, cosas, chorradas, pensamientos al fin y al cabo. Y mientras el humo se va alejando... y eso también da que pensar.