jueves, 22 de enero de 2009

Tierna madurez

Fluye un continuo rumor constante en el pequeño rincón de mi cabeza que guardo para ti. Aun recuerdo cuando nos conocimos, esa tarde soleada en la que inventamos mil historias que acababan bien. Recuerdo cuando nos convertíamos en policías y ladrones y jugábamos hasta que nos comía la noche. Aquellos juegos que hacían más perseverante nuestra imaginación infantil y destilaban nuestra vida de cualquier elemento negativo. Recuerdo cuando te declarabas, y yo me reía, sin creerte en absoluto. Supongo que de niña era casi tan desconfiada como ahora.

Sin darnos cuenta pasaron los años, y nos separamos. Caminos diferentes y vidas paralelas. Pero por gusto del destino coincidimos un día, y nos reconocimos al instante. Todo había cambiado aunque algo seguía igual, tu forma de mirarme, en eso sí que eras el mismo.

Mentes maduras y ternura infantil, el eclipse perfecto para contrarrestar las cicatrices que la vida había dejado a su paso. El niño que teníamos dentro saltaba de entusiasmo y volvimos a jugar. Esta vez, lo hicimos con fuego: se enredaron nuestras almas y creímos que existía algo más. Reímos y nos sentimos tan unidos como cuando te sometía al tercer grado. Arriesgamos sin más, y nos dejamos abrazar por el abanico de sensaciones que creíamos perdido. Cuando cayó la noche, me pediste un beso... una vez más, me reí.
Supongo que no éramos tan diferentes.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Mentes maduras y ternura infantil, el eclipse perfecto para contrarrestar las cicatrices que la vida había dejado a su paso.

Talento

Lady of light dijo...

¿Literatura real? no hay nada como un reencuentro como este después de muchos años...